sábado, 18 de enero de 2014


La sociedad ya establecida en la que nacemos crea desigualdades, injusticias e incoherencias y nos tenemos que sentir culpables nosotros.
Hay miles de bares y discotecas, pero luego está mal beber.
Hay máquinas de tabaco en todas partes, pero fumar mata.
Hay reformas educativas, pero sigue sin haber una asignatura de cine.
En todas partes se asocia el éxito con el dinero.
Nos pasamos el día escribiendo mensajes y comunicándonos al instante, pero dicen que no sabemos hablar ni escribir.
Sabemos el triple de cosas que sabían nuestros abuelos, hemos viajado a todos lados, tenemos amigos de todas partes del mundo, pero dicen que la juventud actual es inculta e ignorante.
Hay muchos descubrimientos y la ciencia avanza mucho, pero a mí siguen sin explicarme qué pintamos aquí.
Hay miles de manifestaciones, pero aquí no cambia nada.
Cada vez somos más libres, pero cada vez somos menos libres.
Nos imponen los gustos y nos quejamos, pero luego criticamos al que no le gusta lo mismo que a nosotros.
Los que saben se van y los que no saben gobiernan.
Nos enseñan mal y no nos dejan aprender por nuestra cuenta.
Todo lo que hace gracia es menos importante.
Y lo peor de todo es que dicen que somos una generación malcriada, acostumbrada al bienestar, pero yo veo que nos adaptamos a cualquier cosa y, aunque protestamos, por el bien de todos, seguimos adelante y nos callamos y tratamos de olvidar que los que se quejan de nosotros, los mismos que no aceptan que protestemos, son los mismos que nos han llevado a esto. Protestamos, pero callamos y tratamos de salir adelante en una vida que nosotros no hemos diseñado, en una sociedad ya establecida en la que nos ha tocado vivir. Y aunque protestamos, callamos y nos vamos y, a lo mejor, volvemos, y a lo mejor nos conformamos; todo por el bien de todos. Pero ellos encima se quejan.